La libertad de decisión para escoger a cuál de los actos de Bendición del Mar acudir este domingo de resurrección, fue la vencedora del impasse que provocó, por primera vez, la realización de dos eventos por separado, uno en la catedral San José y otro en el Malecón porteño.
El tinte político no pudo manchar el sentimiento de visitantes y lugareños que dejaron atrás diferencias y actividades mundanas, para acudir a uno de los dos eventos en los que fueron bendecidos por igual, civiles, militares, marinos, lancheros, embarcaciones y el mar.
La actitud cívica mantenida por los feligreses durante los dos actos dejó sorprendidos a autoridades municipales y de la diócesis porteña, ya que ambas temían enfrentamientos protagonizados por el colectivo local.
¡Benditos sean los perseguidos!
A las 7:30 de la mañana, el Obispo de Puerto Cabello, José Viloria Pinzón –acompañado de los 11 Sacerdotes de la Diócesis porteña, 10 seminaristas y 10 monaguillos– hizo su entrada por la puerta principal de la Catedral San José, ovacionado por quienes asistieron a esta celebración.
Así se inició oficialmente la misa de la Bendición del Mar, organizada por él, junto a sus fieles feligreses, empresariado y colectivo local. “Benditos sean los perseguidos, porque de ellos es el reino de los cielos”, dijo Monseñor Viloria, tras no poder disimular su sorpresa al percatarse que en el recinto, literalmente no cabía un alma, pues miles de personas prefirieron celebrar con él la ocasión.
“Hieren gravemente al deseo expreso del Señor quienes buscan imponer, despóticamente, un criterio único y personal sobre toda la población; usan la violencia física, verbal o sicológica sobre los débiles, para obligarlos a seguir una línea específica; manipulan a los más desfavorecidos para que estén con ellos mediante dádivas que se convierten en compras de conciencia”, expresó Monseñor en un párrafo de las tres páginas que conformaron su homilía.
Un caluroso abrazo de la paz y la masiva comunión, antecedieron a la procesión que encabezada por Monseñor Viloria con el Sacramento del Altar en sus manos, se trasladó por las calles Independencia y Anzoátegui, hasta Playa Sonrisa, donde luego de saltar obstáculos como basura, carpas y cientos de bañistas, llegó a la orilla para bendecir a los fieles allí presentes, pero sobre todo el mar.
Fotos Benito Albarrán/Noel Palencia
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El Carabobeño/Litzy Sanz Nava / Xiorland Fuentes/ppmt2009
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