Magaliesburg, (EFE).- Una veintena de países y más de 17.300 kilómetros ha recorrido el brasileño José Castro en un cochecito a pedales durante dos años, en los que ha vivido una aventura única para llegar a Sudáfrica a tiempo del Mundial. Esta experiencia sin par comenzó el 10 de mayo de 2008 a los pies de la parisina Torre Eiffel, que vio partir a un enjuto pero valiente y solidario brasileño con ganas ver a su selección en el Mundial de Sudáfrica dos años después. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, "Zé do Pedal" ("Pepe el del Pedal"), como se le conoce popularmente, no tiene entradas para el Mundial. Como amante del fútbol sueña con poder ver en directo un España-Brasil, que califica como "el partido", aunque inmediatamente después aclara que como seguidor de la "canarinha" no le gustaría encontrarse con "La Roja". José Castro dice que hablará con la Confederación Brasileña de Fútbol para intentar ver a su selección, aunque no se le ve muy convencido de poder lograr este pequeño "sueño". La verdad es que tampoco le preocupa mucho, porque es consciente de que las vivencias pasadas en estos dos años son inigualables y el objetivo solidario del viaje está más que conseguido. El propósito de "Zé do Pedal" era llamar la atención de la comunidad internacional sobre las enfermedades oculares que sufren los niños en los países más pobres. Esta no es la primera ocasión en la que sus aventuras solidarias se cruzan con el torneo organizado por la FIFA, después de que en su vuelta al mundo entre 1983 y 1986 hiciese coincidir su paso por México con el Mundial de 1984. Anteriormente, en 1981, inició en Brasil un viaje en bicicleta para asistir al Mundial de fútbol que se celebró en España en 1982. Este viaje no ha sido fácil para José Castro, que ha pasado momentos de gran peligro en zonas en guerra y ha sufrido temperaturas extremas sentado en su pequeño vehículo. Además, los problemas de comunicación con la gente que se encontraba por el camino fueron evidentes durante los 21 meses que tardó en recorrer África: "Yo fingía que hablaba su idioma y ellos hacían como que me entendían". La alimentación tampoco fue fácil y explica que tuvo que comer armadillo, tortuga, yacarés, culebras, caracoles y orugas, cuyo sabor calificó de "delicioso cuando se come bien frita, aunque cocida es como un chicle". A pesar de estos problemas intentó adaptarse a las costumbres de las comunidades rurales con las que convivió durante su camino e, incluso, en una ocasión, un hombre le ofreció 50 camellos por casarse con su hija. Sin embargo, el momento que nunca olvidará este ambientalista y fotógrafo brasileño fue cuando se quedó a dormir en una casa de un hombre que le despertó bien avanzada la noche para mostrarle a su hija recién nacida. Como estaba previsto que el parto se produjera una semana después y todo había salido perfecto, su anfitrión consideró que "Zé do Pedal" les había traído suerte por lo que, en su honor, decidieron llamar a su hija Josefina. Pero este aventurero no se conforma con lo realizado y ya tiene planeado un próximo proyecto: recorrer en 2011 Brasil de Norte a Sur empujando una silla de ruedas durante un año y 9.000 kilómetros, para denunciar las problemas de accesibilidad para los minusválidos en su país natal. Explicó que se le ocurrió esta idea después de ver a una niña en silla de ruedas que tenía problemas para acceder al interior de la catedral de León (España) y se percató de que si eso ocurría en un país del primer mundo tenía que ser mucho peor en Brasil. Para 2014 pretende cruzar EEUU, Japón y Australia con el objetivo de recolectar un millón de gafas que se destinarían a gente necesitada.
EFE/ppmt2010.-
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