Los dos hombres, sentados en uno de los mesones más retirados de la entrada, discutían amigablemente. Pedro María con un liquiliqui y el sombrero echado ligeramente hacia atrás, era el más vehemente: "Vamos Juan Carlos, prueba esta cerveza. Es más cara, pero es alemana, de la Colonia Tovar. Está buenísima". A lo cual respondió su compañero: "no insistas, mira que yo tomo Cerveza Nacional, de aquí mismo de Caracas. Eso es lo que tenemos que beber los caraqueños. Mira que si el Presidente tomara cerveza de esta nuestra en vez del brandy importado, no estaría pasando por ese trance". Ante el comentario Pedro miró a todos lados con cierto azoramiento y en voz baja, preguntó: "¿Cómo es eso del Presidente? ¿Sigue malo? Pensé que lo iban a operar aquí y con eso se acababa. ¿Y qué es lo que tiene de verdad? Te lo pregunto porque parece un secreto que todo el mundo comenta. Desde hace un año, luego de la aclamación, se dice por ahí que no anda bien de aquello, pero los faroles siguen encendidos en algunas casas del centro, con un policía al frente, y tú sabes muy bien que eso es señal de que el Presidente visita a la dueña. ¡Y son varias!"
Juan Carlos tomó de nuevo el gran jarro de cerveza y luego de un largo trago, decidió contarle a su amigo lo que había oído en la casa de su suegro, Don Clemente Travieso, un hombre relacionado con las altas esferas caraqueñas. "Oye bien lo que te voy a contar, pero no puedes repetirlo, ni mucho menos nombrarme, porque podemos ir presos los dos como un par de zopencos. El Presidente no está bien desde que retornó de La Victoria: Cuando dijo aquello que se retiraba, para ponerles una trampa a sus enemigos y en especial al general Gómez, ya estaba maloso. Todos sabemos que le gusta la parranda y parece que esa ha sido una forma de llegarle de los valencianos, hoy encabezados por el médico Revenga. Ese grupo inventó lo de las grandes fiestas para presentarle al Presidente mujeres alegres, y conseguir de esa manera buenos negocios. Entre brandis y excesos de aquello, como tú le dices, parece que agarró más de una enfermedad, de esas que tú sabes. Lo peor fue que no se las curó bien. Ahora tiene problemas con la vejiga, bien graves. El diagnóstico lo hizo el mejor urólogo, el Dr. Iturbe en su clínica del centro".
Pedro María iba a interrumpir, pero Juan Carlos no le dio tiempo: "Déjame que te cuente completo antes de que me arrepienta. Hace unas semanas Castro estaba en el Club Venezuela con sus amigos cuando se le presentó un problema, parece que echaba gases por la vejiga. Al principio dijeron que parecía cosa de brujería, pero según los médicos tienen como una filtración y hay que tapársela. Ya lo llevaron a esa operación que tú mencionas, pero lo cierto es que casi se va para el otro lado, y los médicos se asustaron. Ahora le recomiendan que vaya a Alemania para que ahí lo operen y salve su vida, porque si no se muere seguro. Parece que sufre mucho y ya no toma ni una gota de brandy. Si hubiese bebido cerveza como nosotros quizás no estaría en ese trance. Tú sabes que la cerveza además de alimentar, es medicinal y ayuda mucho a los riñones". Pedro María miró con aprobación a su amigo, y levantando la jarra dijo: "Tú tienes razón, la cerveza es medicinal. Brindo por eso, brindo por la salud del Presidente y brindo por los venezolanos".
La falsa aclamación
Para 1906 Cipriano Castro ya era Presidente constitucional de Venezuela: Había tomado el poder por las armas y, como todo dictador, pronto se procuró una nueva Constitución hecha a la medida de sus intereses políticos. Se puede decir que a pesar de todos los errores y las luchas internas, en los primeros años del siglo se le vio como un líder auténtico, de garra y con gran capacidad de convencimiento.
Sin embargo, algo jugó en su contra. Su vida personal se convirtió en un gran desbarajuste, debido a que Castro era un hombre ansioso de reconocimiento social. Eso lo llevó a ir a cuanta fiesta lo invitaran, ingiriendo grandes cantidades de licor, pues era un gran consumidor de brandy. Un denominado grupo "Valencia", dirigido en ese entonces por Tello Mendoza, encontraron la manera de hacer negocios, complaciendo al "Cabito", con la presentación de bellas y fáciles mujeres, jóvenes casi todas. Llegó un momento que la gente del común sabía dónde vivía una amante del Presidente porque su casa tenía un farol de iluminación (novedosos en esos años) y un policía de custodia en la puerta. Las malas lenguas decían que se llegaron a contar veinte de esos faroles en un momento dado.
A esa situación personal se sumaron los problemas que comenzaban a tomar cuerpo en el país, pues internacionalmente Castro era mal visto, a cada rato se presentaba alguna invasión de caudillos locales, la economía no marchaba y la gente mostraba descontento con su gobierno. El presidente inventó entonces un "retiro" de la Presidencia, alegando necesidad de descansar y recuperarse, lo cual en parte era cierto. Más esa retirada del máximo cargo de Venezuela, tenía otras intenciones, la de recuperar de alguna manera el liderazgo que se le iba de las manos. El objetivo real de Castro era demostrarle al pueblo que su segundo al mando, el vicepresidente y general Juan Vicente Gómez, lo quería derrocar. Para ello puso en práctica su "retiro" y se fue a La Victoria, con la intención de crear un caos administrativo y político, y regresar como el salvador del país.
El asunto no le funcionó bien, pues Gómez era muy zamarro y prudente, así que nunca se equivocó con respecto a esta situación, y más bien le enviaba telegrama tras telegrama a Castro para consultarle todos los asuntos pendientes. Semanas después el propio Gómez hizo un viaje casi clandestino en tren, saliendo por la estación secundaria de Antímano, para entrevistarse con Castro, a quien le pidió encarecidamente que volviera. El "retirado" se mudó a Los Teques y desde allí envió un telegrama al vicepresidente anunciando que el 5 de Julio, Día de la Independencia, volvería a Caracas para asumir el gobierno y su cargo de Presidente, según lo pedía el pueblo. En esa fecha entró a la estación central donde Gómez, el alto mando militar y la tropa en perfecta formación, lo esperaban en una aclamación con discursos rimbombantes, pero con el pueblo más como observador que como aclamador. Según lo dice el general Eleazar López Contreras en su libro "El Presidente Cipriano Castro", el pueblo de Caracas "permaneció indiferente ante el entusiasmo de los incondicionales de la Causa Liberal Restauradora".
Castro asumió de nuevo, pero en verdad no puso toda su energía al servicio de la presidencia, pues de nuevo volvieron las francachelas, esta vez con resultados perjudiciales inmediatos. Después de cada fiesta debía reponerse pues su cuerpo no daba para más, y tan pronto estaba ejerciendo el gobierno como, de improviso, se iba a Macuto a "temperar". Los médicos atribuían aquello a males pasajeros, y así lo creía el venezolano del común, pero la verdad es que el Presidente sufría las consecuencias de varias enfermedades venéreas adquiridas en sus fiestas, por el exceso del placer sexual, sumando a ello problemas en los riñones por la ingesta desmedida de licor. En Miraflores se ocultaba totalmente el estado de salud del Presidente, pues el origen de sus males no era muy santo. A ello se sumaba que internamente el país no andaba bien. Desde 1906 cuando se produjo la aclamación, se notaba un deterioro en el gobierno de Castro, con grupos enfrentados por el poder. Todos planificaban cómo llegar al gobierno una vez que "El Cabito" estuviera fuera. El grupo "Valencia", y los militares que mandaban en las principales guarniciones, hicieron las paces temporalmente para sacar del juego a Gómez, a quien veían como el sucesor de los andinos. Se armó una "conjura" contra el vicepresidente, pero no funcionó, entre otras cosas porque el hábil andino estuvo por meses durmiendo en sitios diferentes, para evitar el atentado fatal. Con esa inestable situación política, de pronto se agravó la salud del Presidente.
La enfermedad tumba-gobierno
Los malestares físicos aparecidos en 1906, luego de varios años de parranda sin continencia alguna, comenzaron a agravarse en 1907. Frecuentemente el Presidente Cipriano Castro decía sentirse fatigado y abandonaba las reuniones sin concluir. También citaba a los ministros cuando estaba en casa del masajista, adonde acudía frecuentemente en busca de reanimación para su golpeado cuerpo. Fue en una fiesta del Club Venezuela en Caracas, cuando Castro sintió que estaban saliendo gases por su vejiga urinaria, algo que científicamente era conocido como neumaturia. El mejor urólogo del país, doctor José Manuel Iturbe, determinó que el Presidente de Venezuela tenía una fístula en el colon, el cual se había adherido a la vejiga. Es decir, el sistema del intestino se había conectado al sistema urinario y por allí se iban los gases, produciendo la extraña situación. Los médicos más ilustres del momento fueron consultados, incluyendo al Dr. Luis Razetti. Todos coincidieron en que la solución estaba en una operación quirúrgica para cerrar la fístula. El médico del Presidente, Rafael Revenga, convenció al mandatario de la operación garantizándole que él estaría presente. El cirujano Pablo Acosta Ortiz, otro eminente galeno, manejaría el bisturí. Se fijó la fecha para el 9 de febrero de 1907, adaptándose un salón de la residencia de descanso presidencial "La Guzmanía" para realizar la delicada operación.
El mandatario fue anestesiado y Acosta Ortiz inició su trabajo, pero cuando ya tenía abierto al paciente, hubo una brusca caída de la tensión y falla de pulso. El anestesista, Lino Clemente, utilizando el lenguaje acostumbrado, advirtió "se nos va". Entonces surgió el imprevisto: Al borde del salón estaban dos guardaespaldas de Castro, de aquella policía conocida como "La Sagrada", y cuando oyeron a Clemente apuntaron con sus fusiles máuseres a los médicos, exclamando: "Si mi general se va, ustedes también se van con él". El cirujano, sin explicación alguna, anunció como terminada la intervención y cerró la herida.
Por recomendación de Revenga el Presidente Cipriano Castro se fue a Berlín para operarse la fistula, pues corría el riesgo de morir. Las componendas políticas tomaron cuerpo y Juan Vicente Gómez asumió el poder a los pocos días de la partida de su compadre. Castro fue operado exitosamente pero nunca pudo volver a Venezuela, falleciendo en Puerto Rico pasados los años. Paradójicamente su "hermano del alma", el general Gómez, murió también por problemas en el sistema urinario, pero lo hizo en su cama y aún siendo Presidente de Venezuela. Así es la política.
Juan Carlos tomó de nuevo el gran jarro de cerveza y luego de un largo trago, decidió contarle a su amigo lo que había oído en la casa de su suegro, Don Clemente Travieso, un hombre relacionado con las altas esferas caraqueñas. "Oye bien lo que te voy a contar, pero no puedes repetirlo, ni mucho menos nombrarme, porque podemos ir presos los dos como un par de zopencos. El Presidente no está bien desde que retornó de La Victoria: Cuando dijo aquello que se retiraba, para ponerles una trampa a sus enemigos y en especial al general Gómez, ya estaba maloso. Todos sabemos que le gusta la parranda y parece que esa ha sido una forma de llegarle de los valencianos, hoy encabezados por el médico Revenga. Ese grupo inventó lo de las grandes fiestas para presentarle al Presidente mujeres alegres, y conseguir de esa manera buenos negocios. Entre brandis y excesos de aquello, como tú le dices, parece que agarró más de una enfermedad, de esas que tú sabes. Lo peor fue que no se las curó bien. Ahora tiene problemas con la vejiga, bien graves. El diagnóstico lo hizo el mejor urólogo, el Dr. Iturbe en su clínica del centro".
Pedro María iba a interrumpir, pero Juan Carlos no le dio tiempo: "Déjame que te cuente completo antes de que me arrepienta. Hace unas semanas Castro estaba en el Club Venezuela con sus amigos cuando se le presentó un problema, parece que echaba gases por la vejiga. Al principio dijeron que parecía cosa de brujería, pero según los médicos tienen como una filtración y hay que tapársela. Ya lo llevaron a esa operación que tú mencionas, pero lo cierto es que casi se va para el otro lado, y los médicos se asustaron. Ahora le recomiendan que vaya a Alemania para que ahí lo operen y salve su vida, porque si no se muere seguro. Parece que sufre mucho y ya no toma ni una gota de brandy. Si hubiese bebido cerveza como nosotros quizás no estaría en ese trance. Tú sabes que la cerveza además de alimentar, es medicinal y ayuda mucho a los riñones". Pedro María miró con aprobación a su amigo, y levantando la jarra dijo: "Tú tienes razón, la cerveza es medicinal. Brindo por eso, brindo por la salud del Presidente y brindo por los venezolanos".
La falsa aclamación
Para 1906 Cipriano Castro ya era Presidente constitucional de Venezuela: Había tomado el poder por las armas y, como todo dictador, pronto se procuró una nueva Constitución hecha a la medida de sus intereses políticos. Se puede decir que a pesar de todos los errores y las luchas internas, en los primeros años del siglo se le vio como un líder auténtico, de garra y con gran capacidad de convencimiento.
Sin embargo, algo jugó en su contra. Su vida personal se convirtió en un gran desbarajuste, debido a que Castro era un hombre ansioso de reconocimiento social. Eso lo llevó a ir a cuanta fiesta lo invitaran, ingiriendo grandes cantidades de licor, pues era un gran consumidor de brandy. Un denominado grupo "Valencia", dirigido en ese entonces por Tello Mendoza, encontraron la manera de hacer negocios, complaciendo al "Cabito", con la presentación de bellas y fáciles mujeres, jóvenes casi todas. Llegó un momento que la gente del común sabía dónde vivía una amante del Presidente porque su casa tenía un farol de iluminación (novedosos en esos años) y un policía de custodia en la puerta. Las malas lenguas decían que se llegaron a contar veinte de esos faroles en un momento dado.
A esa situación personal se sumaron los problemas que comenzaban a tomar cuerpo en el país, pues internacionalmente Castro era mal visto, a cada rato se presentaba alguna invasión de caudillos locales, la economía no marchaba y la gente mostraba descontento con su gobierno. El presidente inventó entonces un "retiro" de la Presidencia, alegando necesidad de descansar y recuperarse, lo cual en parte era cierto. Más esa retirada del máximo cargo de Venezuela, tenía otras intenciones, la de recuperar de alguna manera el liderazgo que se le iba de las manos. El objetivo real de Castro era demostrarle al pueblo que su segundo al mando, el vicepresidente y general Juan Vicente Gómez, lo quería derrocar. Para ello puso en práctica su "retiro" y se fue a La Victoria, con la intención de crear un caos administrativo y político, y regresar como el salvador del país.
El asunto no le funcionó bien, pues Gómez era muy zamarro y prudente, así que nunca se equivocó con respecto a esta situación, y más bien le enviaba telegrama tras telegrama a Castro para consultarle todos los asuntos pendientes. Semanas después el propio Gómez hizo un viaje casi clandestino en tren, saliendo por la estación secundaria de Antímano, para entrevistarse con Castro, a quien le pidió encarecidamente que volviera. El "retirado" se mudó a Los Teques y desde allí envió un telegrama al vicepresidente anunciando que el 5 de Julio, Día de la Independencia, volvería a Caracas para asumir el gobierno y su cargo de Presidente, según lo pedía el pueblo. En esa fecha entró a la estación central donde Gómez, el alto mando militar y la tropa en perfecta formación, lo esperaban en una aclamación con discursos rimbombantes, pero con el pueblo más como observador que como aclamador. Según lo dice el general Eleazar López Contreras en su libro "El Presidente Cipriano Castro", el pueblo de Caracas "permaneció indiferente ante el entusiasmo de los incondicionales de la Causa Liberal Restauradora".
Castro asumió de nuevo, pero en verdad no puso toda su energía al servicio de la presidencia, pues de nuevo volvieron las francachelas, esta vez con resultados perjudiciales inmediatos. Después de cada fiesta debía reponerse pues su cuerpo no daba para más, y tan pronto estaba ejerciendo el gobierno como, de improviso, se iba a Macuto a "temperar". Los médicos atribuían aquello a males pasajeros, y así lo creía el venezolano del común, pero la verdad es que el Presidente sufría las consecuencias de varias enfermedades venéreas adquiridas en sus fiestas, por el exceso del placer sexual, sumando a ello problemas en los riñones por la ingesta desmedida de licor. En Miraflores se ocultaba totalmente el estado de salud del Presidente, pues el origen de sus males no era muy santo. A ello se sumaba que internamente el país no andaba bien. Desde 1906 cuando se produjo la aclamación, se notaba un deterioro en el gobierno de Castro, con grupos enfrentados por el poder. Todos planificaban cómo llegar al gobierno una vez que "El Cabito" estuviera fuera. El grupo "Valencia", y los militares que mandaban en las principales guarniciones, hicieron las paces temporalmente para sacar del juego a Gómez, a quien veían como el sucesor de los andinos. Se armó una "conjura" contra el vicepresidente, pero no funcionó, entre otras cosas porque el hábil andino estuvo por meses durmiendo en sitios diferentes, para evitar el atentado fatal. Con esa inestable situación política, de pronto se agravó la salud del Presidente.
La enfermedad tumba-gobierno
Los malestares físicos aparecidos en 1906, luego de varios años de parranda sin continencia alguna, comenzaron a agravarse en 1907. Frecuentemente el Presidente Cipriano Castro decía sentirse fatigado y abandonaba las reuniones sin concluir. También citaba a los ministros cuando estaba en casa del masajista, adonde acudía frecuentemente en busca de reanimación para su golpeado cuerpo. Fue en una fiesta del Club Venezuela en Caracas, cuando Castro sintió que estaban saliendo gases por su vejiga urinaria, algo que científicamente era conocido como neumaturia. El mejor urólogo del país, doctor José Manuel Iturbe, determinó que el Presidente de Venezuela tenía una fístula en el colon, el cual se había adherido a la vejiga. Es decir, el sistema del intestino se había conectado al sistema urinario y por allí se iban los gases, produciendo la extraña situación. Los médicos más ilustres del momento fueron consultados, incluyendo al Dr. Luis Razetti. Todos coincidieron en que la solución estaba en una operación quirúrgica para cerrar la fístula. El médico del Presidente, Rafael Revenga, convenció al mandatario de la operación garantizándole que él estaría presente. El cirujano Pablo Acosta Ortiz, otro eminente galeno, manejaría el bisturí. Se fijó la fecha para el 9 de febrero de 1907, adaptándose un salón de la residencia de descanso presidencial "La Guzmanía" para realizar la delicada operación.
El mandatario fue anestesiado y Acosta Ortiz inició su trabajo, pero cuando ya tenía abierto al paciente, hubo una brusca caída de la tensión y falla de pulso. El anestesista, Lino Clemente, utilizando el lenguaje acostumbrado, advirtió "se nos va". Entonces surgió el imprevisto: Al borde del salón estaban dos guardaespaldas de Castro, de aquella policía conocida como "La Sagrada", y cuando oyeron a Clemente apuntaron con sus fusiles máuseres a los médicos, exclamando: "Si mi general se va, ustedes también se van con él". El cirujano, sin explicación alguna, anunció como terminada la intervención y cerró la herida.
Por recomendación de Revenga el Presidente Cipriano Castro se fue a Berlín para operarse la fistula, pues corría el riesgo de morir. Las componendas políticas tomaron cuerpo y Juan Vicente Gómez asumió el poder a los pocos días de la partida de su compadre. Castro fue operado exitosamente pero nunca pudo volver a Venezuela, falleciendo en Puerto Rico pasados los años. Paradójicamente su "hermano del alma", el general Gómez, murió también por problemas en el sistema urinario, pero lo hizo en su cama y aún siendo Presidente de Venezuela. Así es la política.
Fabio Solano / solanofabio@hotmail.com /aema2011
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