Hijo de Barack Huissein Obama Senior, economista keniano fallecido en 1982 y educado en Harvard gracias a una beca y de la estadounidense Ann Dunham, licenciada en Antropología por la Universidad de Hawai, el demócrata, nacido en Honolulú el 4 de agosto de 1961, logró cumplir el sueño de millones de afroamericanos al ser el primer negro en ganar en las elecciones presidenciales de EEUU, en una jornada en la que se lograron niveles récords de participación.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Harvard fue bautizado como “la gran esperanza blanca”, al encarnar el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales y ganó relevancia en la Convención Nacional del Partido Demócrata en Boston, en julio de 2004, al asegurar que: “No hay un EEUU blanco y un EEUU negro, sino los Estados Unidos de América”, tras instar a que se cerrasen las heridas raciales abiertas y se tuviera valor y esperanza.
De esta manera, Obama -apenas un desconocido hace cuatro años- logró convencer al pueblo estadounidense con un mensaje de cambio y de unidad que caló pronto en el electorado, y que su contrincante, el republicano John McCain, no pudo combatir. Le espera ahora la tarea de cumplir las enormes expectativas que ha levantado en su país y de ajustar sus promesas a la realidad de una crisis económica profunda.
El senador de Illinois hereda dos guerras, una economía hecha trizas y un Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, aún determinado en atentar contra Estados Unidos. Lo que parece inevitable es que se verá obligado a bajar el tono de sus promesas electorales, en vista de la crisis económica. “Todas sus propuestas van a chocar contra la realidad fiscal del país”, dijo Theodore Moran, catedrático de finanzas de la Universidad de Georgetown.
En el discurso de la victoria en Chicago, el propio presidente electo advirtió de que “el camino por delante será largo”. “Puede que no lleguemos en un año o incluso en un mandato, pero estadounidenses, nunca he tenido tanta esperanza como esta noche de que llegaremos”, le dijo al país con la oratoria dorada que le caracteriza.
La economía será el tema más urgente y sus asesores han indicado que prevén que Obama anuncie en los próximos días su secretario del Tesoro, que deberá ser ratificado en el cargo por el Senado. Hasta el 20 de enero, el día de la toma de posesión, se quedarán en su cargo los principales directivos actuales de ese departamento, según ha anunciado el Gobierno.
El Congreso podría no esperar tanto para aprobar el estímulo fiscal que ha propuesto Obama, por valor de 175.000 millones de dólares. El proyecto de ley que manejan los demócratas por ahora prevé usar unos 100.000 millones de dólares para inversiones en infraestructura, ayuda a los estados y los municipios, asistencia a los pobres y subsidios para el desempleo.
El objetivo sería dar oxígeno a una economía que según todas las señales ha entrado en recesión, pero algunos economistas creen que el paquete necesitaría entre 300.000 y 500.000 millones de dólares para tener efecto. Ese volumen de gasto colocaría el déficit presupuestario del país en el billón de dólares en el actual año fiscal, que comenzó en octubre.
Por ahora, incluso economistas obcecados con el equilibrio fiscal como Robert Rubin, ex secretario del Tesoro de Clinton, aceptan que habrá que olvidarse del presupuesto a corto plazo, pero cuando la economía repunte Estados Unidos tendrá que ajustarse el cinturón. Eso ceñirá el margen de maniobra de Obama para impulsar sus rebajas tributarias y su reforma del sistema de salud, según los expertos. El presidente electo tendrá otras preocupaciones además de la economía, incluido qué hacer en Irak y Afganistán, y con los ocupantes de la prisión de Guantánamo, que ha prometido cerrar. No le falta tarea a un hombre que ha prometido cambiar Estados Unidos y el mundo.
“Yes, we can, yes, we can (Sí, podemos)”, el eslogan adoptado por Obama durante su campaña, era gritado al unísono por miles de neoyorquinos que, en medio de un ambiente festivo, algunos con pancartas y otros con banderas estadounidenses o con el símbolo de la paz, festejaban el triunfo del demócrata ante el republicano John McCain. Imágenes que se repitieron en otras ciudades de Estados Unidos y del mundo. Una cara muy distinta a la de los republicanos, que recibieron con lágrimas y rostros de desolación el resultado electoral.
EFE/Obama for America/ppmt2008.-
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