Cada día millones de personas usan la mensajería instantánea de un modo habitual; algunas plataformas destacadas son Windows Live Messenger, Pidgin o Yahoo! Messenger. Estos sistemas incluyen entre sus funciones básicas la opción de chatear, tanto de tú a tú como en grupo, y la de mandar archivos. Actualmente, se ha añadido otra opción de enorme atractivo para los usuarios, surgida a raíz del rotundo éxito de las redes sociales, que es la de personalizar nuestra página messenger. Esta forma de entablar conversación tiene evidentes repercusiones sociales y culturales.
A nivel sociológico los individuos han creado nuevos espacios de intimidad, en donde la palabra digital, la palabra escrita, ha superado todas las barreras asociadas al esfuerzo físico de escribir, convirtiéndose en el mecanismo preferido por muchos usuarios. La voz con sus múltiples matices, a pesar de ser más cómoda y eficiente a nivel comunicativo (ofrece más información que la que aportan las palabras que construye), dificulta toda posibilidad trasgresora, inhibe ciertos comportamientos, que en cambio a través de la palabra digital son superados con enorme facilidad. La intimidad que fomenta estas integradas vías de comunicación es mucho más fuerte, pero al mismo tiempo más irreverente; se práctica la teoría del todo vale, no hay tapujos ni tabúes que limiten las conversaciones. Por lo tanto, estamos frente a una revolución social que sigue generando más adeptos y que consagra de manera radical la era del exhibicionismo digital.
La funcionalidad de este tipo de herramientas está fuera de toda duda, puesto que la comunicación real instantánea que permite puede favorecer tanto a particulares como a empresas. A su vez, debido a su potencial calidad didáctica, uno de los usos que se debería fomentar sería el uso educativo. En la actualidad, resulta necesario que se priorice esta función con el fin de reubicar este fenómeno, inevitable y cada vez más potente, dentro de la cultura en donde se esta desarrollando; de este modo, se evitaría marginar su condición al mero intercambio de mensajes tan 'banales' como podría ser cualquier conversación cotidiana. Algunos expertos consideran que para estas plataformas es demasiado tarde buscar nuevos usos, ya que han sido excesivamente manoseadas por los jóvenes, que han acabado por pervertir sus posibilidades. Más allá de esta reduccionista visión del panorama de la mensajería instantánea, la creación de proyectos que indagen en la capacidad pedagógica de estos medios, se convierte en elemento necesario. Incluso podríamos decir que obligatorio, de una sociedad que en pocas décadas estará controlada por los jóvenes que ahora usan estos programas como primera fuente de comunicación y expresión.
Otra posibilidad en auge, gracias a soportes como skype, es la unificación de voz y palabra digital; actualmente, este servicio está integrado en casi todas las plataformas de mensajería. Ya dijimos que la voz, no por falta de recursos sino por ser más personal, obstaculiza la libertad de palabra que sí admite la escritura del chateo. Por ello, centrar la atención en estas nuevas modalidades de comunicación podría conducirnos a elaborar, además de la evidente funcionalidad conversacional, una interesante proyección en todas las áreas del conocimiento, incluida el desarrollo de una educación interactiva. También, en el campo laboral, lo que impulsaría, por ejemplo, el trabajo del autónomo, del freelancer y otras muchas alternativas que podrían beneficiar a profesionales y a empresas.
El mundo Messenger ha tardado menos de una década en convertirse en parte íntima de nuestra realidad diaria, y ha generado una suerte de opciones comunicativas que han cambiado formas de relacionarse y de comportarse. Su potencialidad sigue siendo tan grande que se hace necesaria una verdadera asimilación por parte de la sociedad, tanto en su vida cultural y social como en el entorno laboral y educativo. De este modo, las nuevas herramientas comunicativas que surjan en unos años tendrán un contexto plural en el que desarrollarse eficazmente.
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