martes, julio 11, 2006

La tecnología actual suele ser un calvario para los mayores de 45

VIDA COTIDIANA : LA GENTE DE EDAD INTERMEDIA Y LOS NUEVOS DESARROLLOS.
Muchos se sienten inútiles y culpables por no saber manejarse bien con los productos más modernos. Pero es que tienen una manera de aprender diferente a la de los jóvenes. Y, además, hay malos diseños.
Un display le resulta un jeroglífico? ¿Un control remoto lo hace sentir viejo? ¿Un manual de uso de una videograbadora o de un teléfono celular lo hace sentir un tonto? Las formas de aprendizaje de la generación intermedia no son las más aptas para dominar la tecnología electrónica de la vida cotidiana. Pero, además, muchos de los artefactos están mal diseñados.Susana Finkielevich, investigadora del Conicet y directora del programa Sociedad de la Información del Instituto Gino Germani (UBA), se define como "una usuaria desconcertada. La mayor parte de los aparatos actuales —observa— no son amigables para el usuario; salvo para los jóvenes, que han aprendido a decodificar funciones. Los demás, querríamos que nuestra tecnología funcione como heladeras predigitales: ése sería el paradigma de la 'usabilidad'. Pero la mayoría de los electrodomésticos tiene una simplicidad aparente, que resulta decepcionante para el usuario".A los menores de 25 años se los llama nativos digitales, recuerda el epistemólogo Alejandro Piscitelli, gerente general del portal Educ.Ar. "Tienen una aproximación más intuitiva a esta tecnología, usan otras inteligencias que no son las deductivas ni las logicomatemáticas", explica (ver "Dos formas...)."Han convivido con estos bienes culturales, y el aprendizaje de procedimientos para usar nuevas tecnologías se ha hecho con mucha naturalidad. Nuestra generación tiene más capacidad para aprendizajes conceptuales y dificultades para determinar qué significan términos como default, guardar, cancelar, retroceder", hace notar Gustavo González, decano de Psicología de la Universidad Abierta Interamericana y profesor titular de Psicología General en la UBA.Precisamente la función deshacer, volver atrás, recuperar, es un acierto del procesador de textos, destaca Mario Poy, profesor de psicología ergonómica en Ciencias del Trabajo en la UBA y en la Universidad de Palermo. "Generalmente no se diseña para el error, y éste forma parte del proceso de aprendizaje —indica—. Muchas veces lo mal diseñado induce a error. El objeto tendría que dar un feedback, una orientación a la acción del usuario."Tomás Buch, un doctor en física y química que prefiere presentarse como tecnólogo, pone el ejemplo de los cajeros automáticos, cuyo diseño dejó afuera a los jubilados y a los beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar. "Entonces —señala—, el problema no es tanto generacional, como de poder adquisitivo y cultural. Lo mismo ocurre con los menúes telefónicos grabados: una persona menos preparada, renuncia a utilizarlos".Una de las fallas en las que coinciden los expertos es la confusión que generan las funciones periféricas de los aparatos, en especial los teléfonos celulares. "Tienen un montón de funciones que me superan y me hacen sentir idiota. Quiero tener la opción de usarlas o no, y no el deber de usarlas", se enoja Finkielevich.Hay una contradicción: la competitividad lleva a las compañías tecnológicas a incorporar nuevas prestaciones, pese a la resistencia al cambio, "que es correlativa con la edad —apunta González—. Los mayores son mucho menos permeables a la experimentación. La edad también esconde ciertas tasas de educabilidad".A veces, eso va de la mano de la tecnofobia. Otras, se apoya en fantasías: "Lo voy a romper", "Se va a quemar", "Voy a perder todo", "Esto es demasiado abstracto", enumera Poy. "Lo peor es cuando uno termina sintiéndose discapacitado y culpable —agrega—. Uno, como usuario, siempre tiene derecho a reclamar un diseño adaptado. En cambio, en esto es uno el que tiene que aprender, y haciendo un master".Otra dificultad reside en el cambio de procedimientos de uso a medida que van modernizándose los artefactos. "El saber que uno tenía, queda inhabilitado —se queja Finkielevich—. Además, toda modernización supone una catástrofe, pues el uso de un aparato nuevo significa la pérdida de datos, de automatizaciones, de registro de hábitos. Es como una mudanza de casa en pequeña escala"."Cuando un producto está bien diseñado, por más que cambie el formato tiene como arrastre tecnologías anteriores y formas de interfase humana relacionadas con el estadío tecnológico previo. Hay que tener en cuenta que se fabrica un producto para seres humanos embebidos en una cultura, no para astronautas", destaca Daniel Almada, gerente de Marketing y Comunicación para América Latina de Sony.Finkielevich propone "formar una organización de usuarios para pedir artefactos de manejo amigable". "Hace apenas diez años que las compañías empezaron a preocuparse por el usuario —cuenta González—. Como muchas innovaciones cuestan pero finalmente entran, las empresas no terminan de creer en lo que critican los usuarios. Deberían trabajar también en la opción de simplificar".El 3 de noviembre se celebró el "Día Mundial de la Usabilidad", una iniciativa de la Usability Professionals' Association, con más de 2.000 miembros en Estados Unidos y otros 35 países. Busca promover una tecnología fácil de usar. La palabra "usabilidad" no existe en español, ni usability en inglés. Como tampoco existía el concepto: hubo que inventarla.
ppmt2006.-

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