sábado, diciembre 26, 2009

Mi Natividad es de contrastes

Llega otra Navidad, y con ella llegan a mi vida una serie de sentimientos encontrados, de reflexiones, de introspecciones y retrospecciones, de alegrías y tristezas, en fin, de balance e inventario de mi vida y de observación imparcial de la vida de las demás personas.

La mitad de mi se regocija por una época tan hermosa en la que se festeja el nacimiento del Niño Jesús, desciende el Espíritu de la Navidad a la tierra y mágicamente mucha gente abre su corazón a la paz y la bondad.

Mi otra mitad se entristece cuando ve tantos niños pobres, tanta miseria, tanta maldad, tantas personas tan lejos de Dios.

Me alegro porque creo ser una buena persona, creo entender el sentido de por qué Jesús vino al mundo y por eso mismo creo tener derecho a celebrar, de una manera sencilla, esta hermosa fecha.

Me entristezco porque muchos seres humanos viven en la inconsciencia, en la violencia y sólo saben hacerle daño a los demás, a los animales y a la naturaleza.

Me alegro porque aún quedan personas con un corazón bondadoso y un espíritu limpio y puro, que llevan una eterna Navidad en sus almas y sólo saben darle amor a los otros seres humanos.

Me entristezco porque el hombre sólo sabe complacer su cuerpo y su mente, olvidando alimentar lo más bello que posee: su espíritu.

Me alegra ver niños riendo, pequeñas aves cantando en los árboles cuyos frutos nos sirven de alimento y ver nubes que parecen de algodón.

Me entristece ver tanta soledad, gente que no tiene adonde ir, qué comer, dónde dormir o con quién estar y sobre todo me indigna que nadie se preocupe por ellos.

Y, finalmente, me alegra y me entristece poder darme cuenta de todo eso. Todas esas cosas hacen que mi Navidad sea de contrastes, sin embargo, y a pesar de todo, la vida sigue siendo bella y este planeta un lugar agradable para vivir.

Igualmente me llama la atención la terquedad de Dios que en cada Navidad quiere estar siempre con nosotros a pesar de nuestras violencias y miserias, a pesar de nuestras injusticias, a pesar de nuestras mentiras y egoísmos, ha de animarnos en la tarea, también terca, de construir un mundo cada vez más humano como la única posibilidad de ser hombres y mujeres felices.

La Navidad nos recuerda que la tarea de ser mejores hombres y mujeres no está acabada; que no hemos terminado con la tarea; que no hemos completado el ineludible compromiso de construir un mundo mejor, más justo y más humano. Desde el pequeño rincón de mi existencia quiero desearles a todos y de todo corazón, una Feliz Navidad.

(*) Escritor, conferencista, autor del libro Retomando Nuestra Esencia.

NT/Revista del Domingo/ppmt2009.-

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